Con escasa difusión, ayer me encontré con la noticia de la muerte de la penúltima Yagán pura que vivía cerca de Puerto Williams, en la Isla Navarino, en el extremo sur de nuestro país. La señora Emelinda Acuña, de 84 años, falleció en Villa Ukika, donde habitan cerca de 60 descendientes indirectos de este pueblo originario. También vive ahí doña Cristina Calderón, de 77 años, última Yagán pura y depositaria de una cultura en vías de extinción.
Este pueblo originario (yagan significa hombre en su lengua), canoero de los canales del sur, tiene ricas costumbres y ritos religiosos, todos sus utensilios eran fabricados por sus mujeres (cestas y canoas de juncos magallánicos). Se estimaba que a fines del siglo XIX la población total de yaganes alcanzaba a 3.000 individuos, cuando empezaron a ser estudiados por misiones científicas extranjeras. Ya a mediados del siglo XX, la población total había disminuido a 63 individuos, con sólo 19 aborígenes puros.
Creo que las autoridades del país no le han tomado el peso a la segura extinción de uno de los pueblos originarios del sur del continente (también existen yaganes en el extremo sur argentino). Se estima que su origen se remontaría a 13.000 años atrás, es decir, fueron de los primeros hombres que poblaron el cono sur y estamos observando impávidos como desaparece una parte importante de la historia.
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