Desde hoy, 11 de noviembre, empieza legalmente la propaganda electoral para nuestras elecciones presidenciales y legislativas del próximo 11 de diciembre. Desde hoy entonces veremos aun más inundadas nuestras ciudades con afiches de los candidadtos, ahora sí con una gran salvedad: podrán decir "vote por mí" ya que antes de este día para eludir la ley todos los comandos no incluían ninguna alusión directa en el afiche respectivo a votar por el candidato mostrado y se limitaban a mostrar a éste sonriente y con sus frases de apoyo más conocidas. Y de esto me pude dar cuenta cerca de la medianoche de ayer, cuando regresaba a mi hogar, pues la Alameda, nuestra principal vía santiaguina, estaba tapizada de afiches, con un claro predominio de los candidatos de la Alianza.
También desde hoy debuta la "franja electoral" en nuestra TV, amén de propaganda radial directa de apoyo a las candidaturas, pues aunque ya la había, su tono era más solapado para burlar la ley. Es paradógico que nuestros legisladores, quienes tienen un mandato popular para legislar, sean tan caraduras en infringir las leyes, sus propias leyes. Pero bueno, así es Chile.
Respecto de esta franja electoral, que tiene un fin informativo dada la penetración de la TV en nuestro país, hay situaciones que no se entienden: está concebida para que todos los candidatos tengan acceso a ella y puedan dar a conocerse al país, dado su carácter gratuito y en primera aproximación democrático, pero sucede que se vincula el tiempo de aparación de los partidos según la última elección, llegándose a extremos francamente ridículos de conceder 1 y 2 segundos a partidos y pactos regionales y a candidatos independientes, lo que atenta sin duda con el espíritu de esta franja.
Desde mi opinión, el tiempo concedido a cada fuerza política debería ser igual y que ésta lo administrara como mejor le parezca. El sistema actual guarda una gran similitud con el sistema electoral binominal imperante -donde son importantes sólo la Concertación y la Alianza- ya que a estos megapactos le asigna prácticamente todo el tiempo, sin dar cabida a otras corrientes políticas.
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