En los últimos días hemos sido testigos de imágenes televisas de violencia impactantes. En pleno centro de Santiago, bandas organizadas asaltan a los osados transeúntes que se internan por calles otrora seguras, a tempranas horas, recién caída la noche, y en horas de la madrugada.
Impacta y atemoriza. Es increíble la irracionalidad de muchos de estos atracos, pues ya no basta con robar, sino que se debe agredir, las más de las veces innecesariamente. También, las más de las veces, los asaltantes son jóvenes, lo que me hace presumir, por su accionar tan irreflexivo, que actúan drogados.
¿Cuáles son las causas que detonan esta creciente violencia? Probablemente muchas y de variada índole. Pero sin duda entre las más importantes deben estar la desigualdad, en muchísimos tópicos: desigualdad del ingreso que hace de este país uno de los peores en este rubro; desigualdad de oportunidades, en que los jóvenes de menores condiciones sicosociales no tienen oportunidades reales de insertarse en la sociedad; desigualdad de acceso a la educación, en que a pesar de todos los esfuerzos que se han hecho, la educación sigue siendo un privilegio en Chile y uno de los bienes de mercado más apetecibles dado el aumento desmedido de planteles de educación superior privados; y muchas otras áreas en que la desigualdad se manifiesta con toda su carga de injusticia que se canaliza muchas veces en esa violencia que estamos sufriendo.
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