Sólo quedan unas horas de este año viejo. Ideales entonces para detenerse y revisar qué nos ha dejado el 2007, con una mirada tan sesgada y única como la de cualquier persona común y corriente.
¿Qué merece destacarse; qué quedará guardado en nuestra memoria, en el Chile del 2007? Pocas cosas, y la mayoría no muy buenas. En primer lugar y por mucho se lo lleva el Transantiago. Un fiasco en todo el sentido de la palabra. Creo que lo único que le puede hacer sombra al gran fracaso del Transantiago son los desaciertos y desencuentros políticos. Mal y muy mal, en general, el manejo político del país (pésimos los asesores del llamado segundo piso de La Moneda); los desaciertos de la administración de la Presidenta Michelle Bachelet han sido muchos y muy notorios, entre ellos el Transantiago, que a todas luces debió postergarse. La llegada a la vocería del Gobierno del Ministro Vidal tampoco me parece afortunada, su estilo punzante y mordaz no creo que sea el adecuado para este "segundo tiempo" del gobierno. En general, el gabinete no convence demasiado y deberíamos esperar para el año que se inicia un cambio que le de un verdadero impulso para mejorar la gestión gubernamental.
Pero no sólo por ahí van mis críticas. Toda la clase política ha dado un lamentable espectáculo este año 2007. Peleas incesantes e inconducentes; aptitudes mezquinas y pequeñas; el deseo de poder como un poderoso imán que les hace actuar de la forma más maquiavélicamente posible. Adolfo Zaldívar, Joaquín Lavín, Fernando Flores, son solo unos pocos ejemplos de lo que digo. No es gratuito el desprestigio de la clase política.
Entre lo destacado del ámbito político, pueden citarse algunos acuerdos alcanzados entre la Concertación y la Alianza, pero poco más que eso. Sin embargo, en otros ámbitos sí hay cosas que conviene destacar.
En lo cultural, creo que lo más destacable fue la fantástica "pequeña gigante" que nos visitó a comienzos de año. Un espectáculo inolvidable. Aunque no tiene directa relación con Chile, un hecho lamentable ocurrió este año, la muerte de Luciano Pavarotti, el gran tenor italiano, enlutó a todo el mundo.
En el ámbito deportivo hay mucho más que rescatar. Fernando González cumplió su mejor año, terminó en el top ten y le ganó por fin a Federer, en el Master, lo que no es poco. La selección sub 20 cumplió una destacadísima actuación en Canadá, finalizando tercera en el Mundial de la categoría, desplegando un gran juego y sólo cayendo con Argentina, más por factores sicológicos que deportivos. Y el gran Colo Colo ganó los dos campeonatos de año, consiguiendo un inusual tetracampeonato. Todo un logro, con Borghi a la cabeza. No vale la pena ni recordar los incidentes de Puerto Ordaz ni los de Toronto. No dan para gastar una línea en ellos.
En el plano personal, ha sido un año de variadas emociones, que se inició con la celebración de los 50 años de matrimonio de mis padres (los que cumplieron además 75 años -mi madre- y 80, mi padre, hace unos días), en una fiesta cargada de emoción y alegria. El ingreso de mi hijo mayor, Gonzalo, a la universidad (Ingeniería en la U. de Chile) marcó un hito muy importante, tanto para él como para mí. El mismo camino que recorrí al ingresar a la Facultad de Ingeniería de la Chile, allá por el lejano año 1983, lo sigue con éxito Gonzalo hoy, lo que me emociona y me hace sentir un poco viejo (bastante en realidad). El reencuentro con los antiguos compañeros de liceo, luego de 25 años de haber egresado del mismo, también marcó un punto alto del año que se va.
El estar constantemente al lado de mi hijo pequeño, Diego, verlo crecer, jugar con él, me ha llenado buena parte del año. El estar un año más con mi pareja, Katia, o mejor dicho, el que me aguanten un año más, ha sido también muy importante. En diciembre celebramos seis años juntos, lo que no es poco.
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