El ex Presidente peruano, Alberto Fujimori ya se encuentra en suelo peruano, luego de que la Corte Suprema de nuestro país concediara la extradición por siete de los delitos por los cuales era requerido por la justicia de su país.
Como ya se ha señalado profusamente, esta sentencia es la primera a nivel mundial que concede la extradicción de un ex Jefe de Estado, sentando un precedente importante en temas de derechos humanos. Todo bien hasta aquí, pero surgen muchas interrogantes en este caso, desde mi punto de vista.
Para nuestro país, Fijimori era un "cacho", sin duda, pero para Perú lo es mucho más aún. Para el Presidente Alan García -a pesar de las palabras de beneplácito por la extradicción- lo mejor era que Fujimori se quedara en Chile y no generara todo el ruido interno que sin duda generará. Para Chile, que desea un escaño en la ONU en materia de derechos humanos, este caso le vino de perillas, pues ha quedado como un adalid de los DD.HH., pero para los que tenemos memoria recordamos su nula diligencia en los procesamientos al ex dictador Pinochet, esperando -al igual que todos los gobiernos de la Concertación- que la muerte borrara su recuerdo como efectivamente ocurrió. Aquí se aplicó lo que llamaría "observancia de un buen superior", esto es, la paz social.
No será fácil para Perú enjuiciar a Fujimori; cuenta aún con respaldo popular, su gobierno es recordado como exitoso por las clases más populares, terminó en la práctica con la guerrilla, etc., lo cual lleva a pensar que una parte importante de esa Nación no quedará conforme con su juicio.
En fin, le pasamos la pelota al gobierno peruano; ahora resta esperar si podrán dominarla adecuadamente o se harán un tremendo autogol, con insospechadas consecuencias políticas para esa gran Nación del norte.
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