domingo, 14 de enero de 2007

No creo en el Transantiago

Definitivamente, no creo en el Transantiago, el nuevo sistema de transporte público que hará su ingreso formal y definitivo el próximo 10 de febrero en nuestra capital. Y menos en que se haya fijado una tarifa de $ 380 por los próximos seis meses. ¿A quién pretenden engañar? Con esta tarifa no puede financiarse el servicio, o alguien creerá que todos los transbordos -que serán gratuitos en un comienzo- se financiarán sin recibir dinero.
No me lo creo. No creo que haya habido una buena planificación. El Metro colapsará cuando empiecen las clases en marzo y esté todo el mundo en Santiago. Si ya es casi imposible usar el Metro en las horas punta (que tienen una tarifa alta para evitar tanta afluencia), qué sucederá en los primeros meses de funcionamiento, en que la tarifa alta bajará a $ 420 y se estima que llegará el doble de gente a las estaciones.
No veo solución para esto. No basta con tener más guardias y guías, pues las estaciones y los andenes no darán abasto simplemente. Parece que las autoridades no han ido a la Estación Tobalaba en las horas críticas, pues es simplemente un caos.
Pero volviendo al Transantiago, no me cabe duda que el sistema colapsará rápidamente y nos veremos enfrentados a innumerables soluciones de parche, como ocurre frecuentemente en Chile. Las tarifas deberían subir bruscamente para hacer viable el sistema, ya que, entre otros problemas, el sistema de pago con la tarjeta Bip provocará una merma de ingresos para las empresas operadoras, pues no se podrá controlar a todo el que sube a las ¿¡modernas?! máquinas que sirven los recorridos de acercamiento ni a las que cubren los tramos llamados troncales. En las horas puntas, muchas personas suben por las puertas traseras o empujándose por la puerta delantera, las que no podrán (y no querrán en muchos casos) pagar su tarifa. No podrán poner guardias ni inspectores para esto, lo que redundará en menores ingresos para los operadores, los que se verán forzados a subir las tarifas.
Y no quiero agregar nada respecto a los trayectos y sucesivos transbordos que nos veremos obligados a hacer para llegar a nuestros destinos, pues me parece contrario a la supuesta mejora en la calidad de vida que nos traerá este nuevo sistema. No me pueden decir que le mejorará la calidad de vida a un obrero que necesitaba tomar una sola locomoción para llegar a su destino (y quizás muchas veces iba cómodamente sentado, aunque el bus fuera lleno) y ahora deberá hacer varios transbordos -bus de acercamiento, luego un Troncal que lo llevará al Metro y quizás otro bus de acercamiento para llegar a su destino final- lo que implicará malos ratos, esperas, atochamientos y hasta un mayor tiempo de espera, sin contar que más temprano que tarde tendrá que pagar muchos de esos viajes que por ahora serán gratuitos.
Hay varios otros aspectos que me merecen reparos, pero sólo llegaré hasta aquí. En síntesis, no creo en el Transantiago.

2 comentarios:

Yvette Reydet Saieh dijo...

La verdad el panorama se ve bien oscuro, el nivel de atochamientos más la suma de tiempo en que la gente logre entender toda la idea va a ser un gran caos. ¿Por qué mejor no nos quedamos como estamos y ya?

Un beso

Yve

C. dijo...

Entre el colapso existente ya hoy en el metro -especialmente en estaciones como baquedano o bellavista de la florida-, los mil transbordos y la tarifa de fantasía por los primeros meses, huelo a desastre...

Desde que se concibió el Transantiago me pareció extraño. A ver qué pasa...

Saludos