Reflexión. Que manera de hacernos falta. La vertiginosidad de la vida actual muchas veces nos impide hacer esta tarea imprescindible. No tenemos tiempo para aquella. Y realmente la necesitamos. No sólo en esta semana de recogimiento para el cristianismo sino que en todo el año, en todo momento. Siempre.
Síntomas o ejemplos de que no nos tomamos un tiempo para reflexionar hay muchos. Cada uno lo sabe muy bien. Pasamos día tras día como autómatas, repitiendo una y otra vez un libreto -el libreto de nuestra vida- sin hacer nada por cambiarlo, sientiéndonos las más de las veces cómodos en una rutina que se come todo. Esperanzas y sueños sucumben ante esta rutina y lo más triste de todo es que no pensamos en ello; seguimos viviendo sin pensar, sin reflexionar en que podemos alterar el orden de las cosas, cambiar, ser mejor y tratar de ser felices.
Por supuesto, esto se me antoja como un fenómeno mucho más grande, que abarca al país todo. No puede ser si no así, ya que nuestras autoridades toman muchas decisiones basados en hechos coyunturales, sin mayor reflexión, lo que inevitablemente lleva a decisiones erróneas o al menos equivocadas. Falta de rigurosidad, falta de reflexión, falta de visión y previsión.
Quizás sean propios de un país joven como el nuestro, pero sin duda que podemos pedir y esperar más de quienes ostentan el poder. Y pedir sobre todo reflexión.
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